jueves, 1 de agosto de 2013

Firmo

Firmo el propósito de intentar pensar en positivo todo el tiempo. De intentar creer. De intentar confiar. De dejar de sufrir. De recuperar una ilusión que me dio la vida. Firmo porque quiero. Porque sin esa firma me vuelvo débil. Firmo y espero no firmar mi sentencia de muerte. Firmo por voluntad propia. Firmo tapándome los ojos y confiando en que no. Firmo, porque llevo un mes y algo que no vivo, que no siento, que no tengo certezas. Firmo. Firmo y firmo. Pero si en algún momento siento que me equivoqué. O veo que me equivoqué. Rescindiré este contrato con total tranquilidad. Cerraré esta gran puerta que me dio la vida tanto tiempo y abriré una pequeña por la que intentar pasar cada vez que me apetezca. FIRMO.
Marito.

miércoles, 19 de junio de 2013

Vuelve a mí.

Un error. Una semana. Un culpable. Sí, un culpable. Un error que marca mi vida. Un error que quisiera eliminar de cabeza con toda mi fuerza, mi alma y mi razón. Un error que estoy pagando muy caro. Y que lo merezco. Un error. Una disculpa. Una semana de agonía, de frustración, de carencias. Una semana de agobio, de espera, de paciencia. Una semana que puede que no sea una semana. Estoy dispuesto a esperar.
Sólo pido una cosa: vuelve a mi por favor.
Por todo lo vivido, por las risas, los llantos, las confidencias, los besos, las caricias, el amor... el amor, por todo, por todo lo que significamos el uno para el otro, por favor te lo pido: vuelve a mi. Inténtalo aún más si cabe. Vuelve a mi.
Estoy encerrado en una caja hermética de dolor, de inquietud, de carencias. Estoy agonizando en unos días que cada vez se me hacen más y más largos. Estoy encerrado en una caja de posibilidades que exprimo cada segundo para hacer que vuelvas a mí como viniste una ves. Estoy desgarrándome por dentro, "extrujándome" el cerebro para sacar ideas, gestos, palabras que hagan que vuelvas a mi.
Lo estoy haciendo y lo haré el resto de mi vida. Porque lo tengo claro. Porque sé que lo tienes claro. Sólo tienes que buscar. Nadie en mi vida me hizo sentir más querido que tu. Más amado que tu. Sigamos nuestro camino juntos. Hagamos de este infierno de vida que nos ha tocado vivir algo bonito, juntos.
Sigamos besándonos, acariciándonos, riéndonos del mundo y jugando en prados verdes, precipicios y oleajes. Bebamos sidra en tu lugar, bebamos café y calimocho en los míos. Sintámonos libres el uno con el otro. Hagamos que todo vuelva a lo anterior. Mejoremos lo anterior. Me siento capacitado para pocas cosas en este momento de mi vida, pero me siento capaz y fuerte para hacer una cosa: mejorar lo anterior.
Hagamos un punto y seguido de un error que ha cambiado mi vida, que ha hecho que me mire al interior y que piense en cambiar todo aquello que no me gusta de mi. ¡Vamos a hacerlo! Porque somos amor, cariño, confidentes, compañeros y relación. Somos amigos que se aman. Somos. Somos. Somos.
Por favor, vuelve a mi.

"Somos momentos que nunca se irán."
Tu Marito

domingo, 28 de abril de 2013

¡Joder!

Ven. Acércate. Escucha. ¿Oyes algo?  No, ¿verdad? Es esa penumbra, ese enorme salto, que se desmenuza, con el silencio que nosotros mismos hemos creado con templanza, con los más tiernos besos, que nuestra soledad nunca alcanza. Es el sonido de la confianza, sí, de la confianza que nos da el tiempo. Ese silencio no importa. Jamás importará, si es por confianza. La confianza de estar el uno con el otro en silencio sin preocuparnos nada más que de escucharnos decir nada. Mirándonos, en la cama. En el sofá. En un césped comiendo un bocadillo. En un acantilado del Cantábrico. Donde sea. Qué más da. Tú mismo lo dijiste: somos momentos que nunca se irán. Jamás se irán.
Si tenemos dudas, inseguridades, bastará con preguntar. Complacerá una respuesta. La respuesta será siempre creída y volverá el silencio. El silencio que no importa si es por confianza. Y si hay para hablar, hablaremos. Joderemos al mundo con mil conversaciones.
Echemos de menos aquellas despedidas en exámenes que nos dolían como puñales. Echemos de menos los primeros pasos juntos, los primeros cafés, las primeras comidas, los primeros besos. Esa ternura, esa fuerza inicial es imprescindible para lograr localizarnos ahora y más adelante en dos universos distintos pero fuertemente unidos por una galaxia común. Por un duro pero precioso paseo hacia el conocimiento y crecimiento personal, individual y como pareja. Ese crecimiento que estamos experimentando el uno en el otro. ¡Y que seguiremos haciendo, maldita sea! ¡Es profundamente cojonudo! ¿ No lo sientes? ¡Es jodidamente humano, irracional y precioso!.
¡Joder! ¡Te quiero tanto, joder!




domingo, 23 de diciembre de 2012

Solsticio de Invierno


24 de noviembre. Llega la noche en la que en todo el hemisferio norte se celebran tradiciones bien diversas. Si te cuento un secreto, los primeros 19 años de mi vida también lo celebraba con gran emoción. Pero ahora ya no me hace demasiada ilusión.
Las 22:00 horas, toda mi familia se sienta entorno a una mesa repleta de manjares, carnes de todos los tipos, caviar, frutas exóticas y dulces de todos los tipos, nata montada, merengue, chocolate hasta de doscientos tipos diferentes. Todos comenzamos a comer y a beber de esa fuente de energía que a todos gusta, de esa botella de vino interminable que nos acaricia el paladar. El sabor de la comida se combina a la perfección con el aroma del zumo de uva fermentada.
Las primeras diecinueve cenas de este tipo, me lo pasé realmente bien. Estaba a gusto observando la plenitud con la que los míos sonreían y contaban viejas batallas de dragones amaestrados y rinocerontes domesticados. Ahora ya no estoy tan contento estos días porque noto cómo algo de mi ser está lejos, aunque son sólo tres horas y media de viaje, parece que estemos a años luz de distancia. Comienzo a comer y a beber y noto la carencia de tu mano sujetando el tenedor deslizándose levemente para picotear algo de mi plato –que seguramente es igual que el tuyo- y los manjares ya no son lo mismo, echo de menos esos platos de pasta salada con lata de atún y tomate de tetra-brick y esas sobremesas discutiendo por qué posición coger en ese sofá maldito.
Me pongo a pensar e imagino una balanza en la que compiten por igualarse la comodidad del hogar, de la familia, de los manjares más elaborados, de las batallas más graciosas, mejor vino que se bebe en el año y la exclusividad de ese momento con el simple hecho de estar acurrucado en un sofá de tablas sobre el que descansamos juntos, la seguridad que me da estar contigo, el bienestar que me producen tus besos y tus caricias aunque pienses que no porque te pego algún bufido (como tú los llamas) cuando no me encuentro bien y sinceramente no hay lugar: la balanza se inclina hacia la cena de pasta y atún, hacia el sofá de tablas, hacia las caricias más profundas.
Por tanto, podría decir que durante los años que dure nuestra separación en estas fiestas, mis navidades han concluido. Volverán el día 24 de Diciembre del año en que las pase contigo y con los nuestros, disfrutando de nuestros manjares y nuestros vinos y sobretodo, lo más importante, volverán a mí las navidades cuando vea tu escurridiza mano picoteando de mi plato. Ahí, volverán las navidades.
Felices Fiestas mi amor. 
Marito. 

sábado, 27 de octubre de 2012

UN AÑO Y 20 DÍAS DESPUÉS...


Somos un ejemplo firme de lo que se puede y lo que no se puede hacer. Somos la caricia perdida en una espalda esculpida por el mismo Miguel Ángel. Somos el beso más suave, dulce y carnoso de todo el siglo XXI. Somos lo que se debe hacer: amar. Somos amor en estado puro. Cada poro de nuestra piel expulsa amor cada vez que nos acariciamos durante una tarde entera. Durante horas, durante un tiqui-taca de dame la manta y te tiro al suelo. De risas y carcajadas puras, desnudas, como nuestros cuerpos bajo la manta por la que pujamos.
Somos así de simples. Palomitas, patatas fritas de bolsa y refresco. Somos un cachivache de cortina que asusta y divierte al mismo tiempo. ¿Te da? ¿No te da? Es fantástico. Nuestros padres derrochando en juguetes toda la vida, ahora nos compramos ordenadores, mp4 o incluso tomamos prestado un iPod por ahí para divertirnos y la verdadera y sana diversión la encontramos en una habitación normal, con poca decoración, con un cachivache que sirve para correr una cortina que no nos tapa, o sí, cuando hacemos el amor,  con un pc para alimentar nuestras mentes de televisión basura y películas de culto. Así de bipolares somos.
Jugamos por ver quién se acomoda mejor en la cama. Jugamos por vernos jugar así el resto de nuestras vidas. Luego cae la noche, las 11. La plaza. Algunos amigos. Comenzamos a beber y acabamos bailando y riéndonos de la gente de los bares porque tienen pelo en la espalda, en el espacio ese que va de una ceja a otra y de aquellos que intentan acercarse a confiarnos cualquier estupidez que nosotros obviamos y rompemos con un beso.
Cuando llegan las siete y diez de la mañana, nos sorprenden en el barrio personas que ya van a trabajar y nosotros estamos ahí, disfrutando otra vez de nosotros mismos y de nuestras mentes ebrias con el alcohol más barato y el amor más puro y valioso. Estamos rebozándonos por el suelo, riendo y alguno, semidesnudo.
Podemos hacer una síntesis de todo esto. Somos diversión, felicidad y nosotros mismos. Nos queremos y sabemos que nos necesitamos. Es una maravilla, digna de ser consagrada como el noveno arte. Sin duda, esto será imposible, porque la gente jamás entenderá esta relación y esta forma tan curiosa en la que tu y yo interconectamos diariamente para demostrarnos que ahí estamos, uno enfrente del otro.
Marito. 

lunes, 8 de octubre de 2012

El niño, la vela y yo.


Pendiente como el niño que mira una vela desde que se enciende hasta que se apaga. En el plato, la cera líquida describe el recorrido aleatorio que le permite la temperatura ambiente que poco a poco la endurece. El niño, está pendiente de la vela en todo momento. En su momento de mayor luminosidad. En aquellos en los que una estúpida ráfaga de viento ocasionado por una puerta que se abre al otro lado del salón está apunto de hacerla desaparecer, también está ahí.
Una vela encendida, dibujando en un plato amorfas formas que desgajan una abstracción incomprensible. Y un niño atento está mirando fijamente el fuego, el recorrido de la cera líquida.
Me lo imagino ahí, tirado de rodillas sobre la vieja alfombra, apoyando sus codos en la mesa y su cabeza sobre sus manos, mirando atónito el vaivén que describe la llama. Me lo imagino con una cara inocente, está embobado. Tiene una sonrisa dibujada entre comisura y comisura. Piensa algo. Piensa.
Cuando recuerdo a ese niño mirando con cara inocente, ilusionada, risueña el fuego, me visualizo a mi mirándole a el cuando reposa tranquilo sobre mi cama. O la suya, da igual. Me imagino tirado de rodillas en una alfombra vieja, apoyando mis codos en la mesa, o en una silla de estas de escritorio, con mi cabeza descansando sobre mis manos. No hay una vela de frente. Está el reposando tranquilo. Dormido, lo más seguro. Le miro y pongo esa cara bobalicona, con esa sonrisa inocente propia de un niño y pienso: pobre niño. La vela se consumirá en unas horas. No tendrá a que mirar embobado. Las formas abstractas que describe, son sólo eso, formas aleatorias sin forma. Sin embargo, yo sé que le tendré por mucho tiempo y espero que para siempre. Y tengo la suerte de tenerle para mirarle embobado el resto de mi vida. Y no desprende formas abstractas con el calor, sino que cuando le acaricio y le doy calor, noto como desprende ese cariño, ese amor, esos besos, que más que figuras aleatorias, son orgasmos asexuados que me abren por dentro y me hacen quererle más y más.
Marito*!
Por infinitos momentos de felicidad como los que hemos vivido en este año tan fugaz. :)

(El amor no es lo que nos dicen en las canciones, el amor es. La Bruja de Portobello, P. Coelho.)

martes, 10 de julio de 2012

Invencible.


Siempre me han admirado aquellas personas capaces de conseguir todo lo que se proponen. Nunca fui una de ellas. Jamás he ido más lejos de lo que paciencia ha podido soportar. He intentado muchas cosas. Siempre he acabado cansándome de ellas. Ahora busco una motivación externa lo suficientemente poderosa como para poder convencerme de que debo tener clara una sola cosa: ser feliz al cien por cien.

Ser feliz cien por cien.

Para conseguirlo tengo claro que debo conseguir  una cosa principal. Confiar.

Confiar.

Para confiar, lo primero que debo conseguir es ganarme la confianza de mi mismo. Si consigo esta confianza, seré capaz de conseguir las cosas que me proponga. Necesito conseguir la confianza en mi mismo para centrarme en dos aspectos vitales para mí. Pero primero, necesito conseguirla, cuando la tenga todo será más fácil. Para conseguirla te necesito a ti. Necesito tú. 

Tú.

Eres la pieza clave de este mundo enredado. De este cerebro que lleva por nombre el mío. Eres la principal fuerza externa. 

Con las idas y venidas de toda una trayectoria se notan cosas buenas y cosas malas. En nueve meses hay altibajos. Baches en un camino. Pero creo que si en esta vida de desecho que he tenido, he superado tantas hostias por tantos baches, voy a ser capaz de esquivar esta pequeña piedra que cogimos antes del camino. Que cogimos antes y que ahora me he encontrado. Podré.

Podré.

Podré porque no tiene sentido. No tiene más sentido que el que yo quiera darle. No quiero darle más importancia que esa. Ninguna. Costará no dársela, pero poco a poco estoy consiguiéndolo. Porque sé que tengo ahí para ayudarme a hacerlo. Porque escucho tu voz y se me pasan todos los miedos. Todas las penas. Todos los agobios. Porque eres mucho más que ese hombro que tanto sale en conversaciones cotidianas. Porque tú eres más.

Porque tú eres más.

Porque tú eres más que mucho. Mucho más que nada. Tú eres tú. Y yo soy yo. Pero sin ti no soy yo y tu sin mi tampoco eres tu. Por eso no tiene importancia. Por eso lo mando al rincón de las cosas absurdas. Lo apunto en mi libreta de no me importa una puta mierda. Y ahí quedará grabado. Junto a la muerte de Hitler o a las octavillas de propaganda religiosa. Tú eres esa fuerza. Tú eres eso.  Tú eres eso.
Una vez conseguida la confianza, en mí, en ti, en nosotros seré capaz de todo. Lo seré agarrado de tu mano, como tantas otras veces. Siento la necesidad de que nos demostremos todo lo que valemos y todo lo que valemos juntos.


Mismas palabras para un mismo universo. Para una misma causa. Para un mismo sueño:

“Soñare montañas escarpadas que serán tu nuez esculpida. Transformaré brisas y océanos en el aliento de tus labios al besarte. Soñaré que sueño contigo. Porque, te lo digo aquí y ahora, despierto y vivo, que entre todos mis sueños, sobre todos los sobre todo, estás tú.