lunes, 8 de octubre de 2012

El niño, la vela y yo.


Pendiente como el niño que mira una vela desde que se enciende hasta que se apaga. En el plato, la cera líquida describe el recorrido aleatorio que le permite la temperatura ambiente que poco a poco la endurece. El niño, está pendiente de la vela en todo momento. En su momento de mayor luminosidad. En aquellos en los que una estúpida ráfaga de viento ocasionado por una puerta que se abre al otro lado del salón está apunto de hacerla desaparecer, también está ahí.
Una vela encendida, dibujando en un plato amorfas formas que desgajan una abstracción incomprensible. Y un niño atento está mirando fijamente el fuego, el recorrido de la cera líquida.
Me lo imagino ahí, tirado de rodillas sobre la vieja alfombra, apoyando sus codos en la mesa y su cabeza sobre sus manos, mirando atónito el vaivén que describe la llama. Me lo imagino con una cara inocente, está embobado. Tiene una sonrisa dibujada entre comisura y comisura. Piensa algo. Piensa.
Cuando recuerdo a ese niño mirando con cara inocente, ilusionada, risueña el fuego, me visualizo a mi mirándole a el cuando reposa tranquilo sobre mi cama. O la suya, da igual. Me imagino tirado de rodillas en una alfombra vieja, apoyando mis codos en la mesa, o en una silla de estas de escritorio, con mi cabeza descansando sobre mis manos. No hay una vela de frente. Está el reposando tranquilo. Dormido, lo más seguro. Le miro y pongo esa cara bobalicona, con esa sonrisa inocente propia de un niño y pienso: pobre niño. La vela se consumirá en unas horas. No tendrá a que mirar embobado. Las formas abstractas que describe, son sólo eso, formas aleatorias sin forma. Sin embargo, yo sé que le tendré por mucho tiempo y espero que para siempre. Y tengo la suerte de tenerle para mirarle embobado el resto de mi vida. Y no desprende formas abstractas con el calor, sino que cuando le acaricio y le doy calor, noto como desprende ese cariño, ese amor, esos besos, que más que figuras aleatorias, son orgasmos asexuados que me abren por dentro y me hacen quererle más y más.
Marito*!
Por infinitos momentos de felicidad como los que hemos vivido en este año tan fugaz. :)

(El amor no es lo que nos dicen en las canciones, el amor es. La Bruja de Portobello, P. Coelho.)

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