Somos un ejemplo firme de lo que se puede y lo que no se
puede hacer. Somos la caricia perdida en una espalda esculpida por el mismo
Miguel Ángel. Somos el beso más suave, dulce y carnoso de todo el siglo XXI.
Somos lo que se debe hacer: amar. Somos amor en estado puro. Cada poro de
nuestra piel expulsa amor cada vez que nos acariciamos durante una tarde
entera. Durante horas, durante un tiqui-taca de dame la manta y te tiro al
suelo. De risas y carcajadas puras, desnudas, como nuestros cuerpos bajo la
manta por la que pujamos.
Somos así de simples. Palomitas, patatas fritas de bolsa y
refresco. Somos un cachivache de cortina que asusta y divierte al mismo tiempo.
¿Te da? ¿No te da? Es fantástico. Nuestros padres derrochando en juguetes toda
la vida, ahora nos compramos ordenadores, mp4 o incluso tomamos prestado un
iPod por ahí para divertirnos y la verdadera y sana diversión la encontramos en
una habitación normal, con poca decoración, con un cachivache que sirve para
correr una cortina que no nos tapa, o sí, cuando hacemos el amor, con un pc para alimentar nuestras mentes de
televisión basura y películas de culto. Así de bipolares somos.
Jugamos por ver quién se acomoda mejor en la cama. Jugamos
por vernos jugar así el resto de nuestras vidas. Luego cae la noche, las 11. La
plaza. Algunos amigos. Comenzamos a beber y acabamos bailando y riéndonos de la
gente de los bares porque tienen pelo en la espalda, en el espacio ese que va
de una ceja a otra y de aquellos que intentan acercarse a confiarnos cualquier
estupidez que nosotros obviamos y rompemos con un beso.
Cuando llegan las siete y diez de la mañana, nos sorprenden
en el barrio personas que ya van a trabajar y nosotros estamos ahí, disfrutando
otra vez de nosotros mismos y de nuestras mentes ebrias con el alcohol más
barato y el amor más puro y valioso. Estamos rebozándonos por el suelo, riendo
y alguno, semidesnudo.
Podemos hacer una síntesis de todo esto. Somos diversión,
felicidad y nosotros mismos. Nos queremos y sabemos que nos necesitamos. Es una
maravilla, digna de ser consagrada como el noveno arte. Sin duda, esto será
imposible, porque la gente jamás entenderá esta relación y esta forma tan
curiosa en la que tu y yo interconectamos diariamente para demostrarnos que ahí
estamos, uno enfrente del otro.
Marito.